El maestro de la ciencia ficción, que dio origen a clásicos de la literatura como ‘Fahrenheit 451’ y ‘Las crónicas marcianas’, murió a los 91 años en California. Monstruos marinos, bomberos que quemaban libros y marcianos telepáticos transitaron por sus obras, en las cuales criticó la tecnología, el capitalismo y la Guerra Fría.

Hasta los 90 años, Bradbury tuvo una vida activa. Todos los días escribía en el sótano de su casa y se le veía con frecuencia en librerías, bibliotecas públicas y otros eventos literarios de Los Angeles.

El escritor, nacido en Illinois el 22 de agosto de 1920, fue responsable de popularizar la ciencia ficción: durante su vida vendió más de ocho millones de copias de sus libros, traducidos a 36 idiomas. Entre sus obras más famosas se encuentran “Las crónicas marcianas”, “El hombre ilustrado”, “Las manzanas doradas del sol” y “Fahrenheit 451”.

Sus textos oscilan entre el horror, el misterio, el humor y el ingenio, por eso llamó la atención de la industria del cine, para la que realizó los guiones de “Moby Dick” y “The Twilight Zone”.

El escritor vendió su primera historia, antes de cumplir 21 años, en una revista llamada “Super Science Stories”, y al llegar a los 30 ya era reconocido por su colección de historias cortas “Las crónicas marcianas”, que se publicaron en 1950. La obra celebraba los viajes al espacio y, a la vez, condenaba los abusos sociales provocados por la tecnología moderna y satirizaba el capitalismo. El impacto de su trabajo fue inmediato y duradero. Los críticos, que no solían ser devotos de la ciencia ficción, calificaron sus “crónicas” como relatos que desarrollaban el tema de la moralidad con estilo y que hablaban de un futuro que parecía encontrarse a la vuelta de la esquina.

“Las crónicas marcianas” se referían a un futuro sin libros, un tema que siguió rondando la cabeza de Bradbury hasta que escribió “Fahrenheit 451”. Inspirado en la Guerra Fría, en el auge de la televisión y en su pasión por las librerías, el escritor dio origen a un mundo distópico en el que los bomberos se encargaban de quemar todos los libros existentes: los textos ardían en llamas cuando llegaban a la temperatura de 451 grados Fahrenheit.

Fue una novela profética: anticipo el iPod, la televisión interactiva, la vigilancia electrónica y la transmisión en vivo de eventos sensacionalistas. Francois Truffaut dirigió la película basada en la obra de Bradbury en 1966.

En un mundo literario que no tomaba en serio a los escritores de ciencia ficción, se ganó el respeto de todos. En 2007 recibió un premio Pulitzar honorífico por su  “distinguida, prolífica y profundamente influyente carrera como escritor de ciencia ficción y fantasía”. Ya había recibido un National Book Award por su trayectoria, y había sido nominado a un Oscar por su filme animado “Icarus Montgolfier Wright” y un a un Emmy por su serie “The Halloween Tree”.

 Bradbury se consideraba “un fenómeno especial, un hombre con un niño adentro que lo recuerda todo”. Aseguraba que tenía memoria, incluso, de las últimas semanas en el vientre de su madre. También comentó alguna vez: “Nunca fui a la universidad, así que iba a la librería”. Era un buen orador, amistoso y generoso, quien solo escribía para divertirse y divertir a otros: “Yo me divierto con las ideas; yo juego con ellas. No soy una persona seria y no me gusta la gente seria. No me veo como un filósofo, eso es terriblemente aburrido. Mi propósito es entretenerme y entretener a los demás”.  

Arcadia

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