Historiadores buscan rescatar la enseñanza de esta asignatura.

Tras la extinción, hace varias décadas, de la historia como asignatura de los currículos escolares, el pasado histórico del país se quedó en los anaqueles de las bibliotecas, donde reposa en letra muerta.

Esta no es la única queja que se oye constantemente entre los historiadores colombianos. Ellos aseguran, además, que las nuevas generaciones tienen escaso interés por estudiar el pasado del país, dado que nadie les ha enseñado la importancia de recordar lo vivido para entender lo que viven. “Y una sociedad que no conoce su historia, está condenada a repetirla”, insisten.

Hoy es frecuente encontrar jóvenes que no saben a ciencia cierta qué festivo están celebrando. Del 20 de julio de 1810 apenas recuerdan la reyerta que surgió por causa del florero de Llorente; confunden a Luis Carlos Galán con Jorge Eliécer Gaitán y poco entienden del trasfondo de la lucha de las guerrillas colombianas y los hechos que han llevado a la perpetuación de la violencia en un país que ha perdido a 220.000 colombianos en el conflicto armado.

Estos estudiosos lamentan el hecho de que a la desaparición de esta asignatura, ocurrida durante el gobierno de Belisario Betancur, se sumó la integración de sus contenidos, sin un perfil claramente definido, con disciplinas como antropología, sociología, psicología y geografía en un área llamada “ciencias sociales”, a la cual a veces le cuelgan democracia, derechos y ciudadanía.

César Ayala, profesor del Departamento de Historia de la Universidad Nacional, dice que “en su momento los historiadores no vieron mal competir sobre la interpretación de la sociedad con estas disciplinas. Con el tiempo, sin embargo, en ese nuevo paquete disciplinar la historia se fue diluyendo”.

Esto, explica, fue una tragedia para la escuela colombiana, dado que la historia está relacionada con la perpetuación de la memoria. Y recordar el pasado es clave para entender el presente. “Incluso desapareció de los currículos universitarios y son muy pocos los ingenieros, periodistas, médicos o biólogos que tienen conocimientos históricos de la sociedad y del universo en que viven”, agrega.

No en vano, un grupo de estos estudiosos ha comenzado a reivindicar en los últimos meses el resurgimiento de la historia como una asignatura autónoma en el pénsum de los colegios, con un espacio concreto en la formación de ciudadanos. Otros, simplemente, piden que sea el eje de las ciencias sociales y tenga el enfoque y el peso debidos, de manera que no se pierda en el espectro crítico de las demás disciplinas.

Javier Guerrero, presidente de la Asociación Colombiana de Historiadores, afirma que “a los jóvenes de hoy solo les importa el ahora… Estamos conformando un comité asesor para hacerle ver al país esta necesidad de recuperar la historia, pues no existe una política de estado frente a su enseñanza. Es un país de analfabetas históricos”.

Los efectos de no conocer el pasado

Los efectos de la escasa o nula formación en esta materia están a la vista. “Me llegan bachilleres con conocimientos precarios o casi nulos de historia -explica Enrique Serrano, profesor de la Facultad de Ciencia Política de la Universidad del Rosario-. Aunque algunos colegios hacen una introducción razonable al tema, otros, con la idea de que las ciencias sociales han caído en descrédito absoluto, no enseñan ni lo fundamental. Desconocer la historia fomenta un pensamiento mágico: hace que los estudiantes crean en mitos e ideas falsas con extrema facilidad, no tengan una visión razonable de sí mismos y sean personas manipulables”.

Por el contrario, según Serrano, un joven con bases sólidas de historia está mejor situado en el mundo, sabe de dónde viene y a dónde va, tiene una vocación profesional más clara, voluntad de ayuda y solidaridad definidas, pensamiento político maduro y metas claras en la vida.

Este déficit de pasado en la sociedad actual hace que la gente se sienta perdida, pues no sabe el origen de lo que vive día a día. “Las personas, entonces, no tienen capacidad de tomar decisiones informadas sobre los asuntos políticos, pues ignoran la experiencia que el país ha vivido”, afirma el historiador Jorge Orlando Melo.

“Si el ser humano tiene conocimiento histórico toma mejores decisiones. La historia debería ser una competencia, como las matemáticas”, enfatiza Guerrero.

¿Qué se enseña y qué se debería enseñar?

Darío Campos, doctor en historia y director del grupo de investigación en enseñanza de la historia de la Universidad Nacional, señala que en una época la historia como asignatura fue entendida como el área del conocimiento que debía fortalecer el patriotismo. “Al desaparecer como asignatura –dice- terminó convertida en una disciplina que no responde al proceso de conocimiento histórico ni social del país y del mundo”.

Los textos escolares de ciencias sociales suelen circunscribirse a hechos como el pueblo prehispánico y la Conquista, la Independencia, batallas como la del Pantano Vargas y la de Boyacá… En cuanto a la historia universal, ha quedado relegado el estudio de las culturas griega y romana y su impacto en el desarrollo de las civilizaciones. “Hay una ciencia social inmediatista; el estudiante aprende la crítica, pero no aprende historia, que es el soporte del conocimiento de un pueblo”, dice el profesor César Ayala.

Según el historiador Jorge Orlando Melo, “lo que ha ocurrido en la práctica es que se ha reemplazado la vieja historia, una historia rutinaria y sin mucho interés para los estudiantes, por un popurrí de cosas sin mucha claridad… Los textos de la secundaria, por ejemplo, no tienen foco y son muy acumulativos. Hay que mejorar la calidad de la enseñanza sin volver a la vieja historia”.

En ese contexto, explica, la escuela no debe volver a una historia que solo recuerde héroes, batallas y presidentes, o que solo hable del siglo XIX. Debe enseñarse desde su relación con la vida económica, religiosa y social. “Además de enseñarla mejor, hay que desarrollar materiales educativos de alta calidad. Debería haber excelentes biografías de personajes, buena explicación de la guerras civiles del siglo XIX, de los conflictos de la época de la violencia en Colombia, una visión del pasado nacional más interesante y pertinente”.

Según el profesor Campos, debe ser una historia que entienda por qué hemos tomado determinadas decisiones y por qué tenemos el presente que tenemos. Que estudie a los desplazados, a los movimientos campesinos, a las revueltas populares y que ayude a comprender el origen del odio en nuestra sociedad. Incluso, el Centro Nacional de Memoria Histórica pidió recientemente que se enseñe la manera como la violencia y sus diferentes expresiones han profundizado las desigualdades e impedido el desarrollo social y económico del país.

¿Quiénes enseñan hoy historia?

Según el profesor Darío Campos, los licenciandos en ciencias sociales, al no ser historiadores, ignoran cómo enseñarles esta disciplina a sus alumnos.

“No saben qué enseñar ni desde qué disciplina hablar, pues la licenciatura en ciencias sociales es un área profesional despersonalizada, que no tiene un rumbo claro. Los licenciados en ciencias sociales se apoyan, entonces, en manuales de historia para tratar de enseñar lo que allí está, pero con deficiencia total”, afirma.

El intento por cambiar la historia

Entre 2006 y 2007, varios grupos de investigación, con el apoyo de la Secretaría de Educación de Bogotá y docentes del Distrito, formularon una propuesta curricular por campos de conocimiento para mejorar la enseñanza de varias áreas del conocimiento, entre ellas la historia. La idea, para entonces, era que se implantara un nuevo currículo con la llegada de los megacolegios.

La propuesta se formuló bajo el programa ‘Colegios Públicos de Excelencia para Bogotá’. Los historiadores, en particular, buscaban darle vida a una asignatura de historia renovada, que enseñara a pensar históricamente. Sin embargo, esta propuesta didáctica nunca se ejecutó y la historia no pudo volver al currículo escolar.

En el aula hay “análisis de procesos sociales”

La enseñanza actual de la historia, afirma el Ministerio de Educación, promueve que el aprendizaje memorístico de datos pierda su lugar privilegiado y trascienda a una enseñanza caracterizada por el análisis de procesos sociales. “La propuesta del Ministerio es propiciar nuevas comprensiones de lo social, más incluyentes, que reconozcan el papel de otros grupos sociales”, dice.

Y explica que “conscientes de que la enseñanza de la historia se había convertido en un ejercicio memorístico de personajes, eventos y fechas precisas», el Ministerio presentó en el 2002 los lineamientos curriculares para el área de Ciencias Sociales, donde se integrara el conocimiento social -que estaba disperso y fragmentado- y abarcara conocimientos fundamentales de economía, derecho, sociología y antropología. La formación en Historia debería llevarse a cabo de manera articulada con las demás disciplinas sociales.

Cabe recordar que Ley 115 de 1994 establece las Ciencias Sociales (Historia, Geografía, Constitución Política y Democracia) como uno de los grupos de áreas obligatorias y fundamentales para educación básica y media. Adicionalmente, en la educación media, se incorporan las áreas de ciencias económicas y políticas.

Actualmente, el Ministerio, en alianza con el Centro de Memoria Histórica, está desarrollando una serie de materiales pedagógicos y metodológicos para la reconstrucción de la ‘Memoria Histórica’ en el ámbito escolar. Y en el marco de la Ley de Víctimas, se está pensando en proponer una enseñanza de las ciencias sociales que propicie una cultura de conocimiento y comprensión de la historia política y social de Colombia, que a su vez reconozca las diversas voces y versiones que hacen parte de la memoria histórica del país.

Explica que dentro de las actividades que actualmente desarrolla para impulsar la enseñanza y el aprendizaje de las Ciencias Sociales está la serie de televisión ‘Profesor Súper O Histórico’, que promueve la indagación de los acontecimientos más importantes de la Independencia de Colombia. Los 30 capítulos de esta serie pueden consultarse en el Portal Educativo Colombia Aprende, del Ministerio de Educación: http://bit.ly/1773JQd

También, la ‘Colección Bicentenario’, que contiene una serie de recursos para apoyar las investigaciones escolares sobre el período de la Independencia. Esta colección fue entregada a las instituciones educativas oficiales, universidades públicas y privadas y a las bibliotecas públicas del país.

El Tiempo

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