Las pruebas del Icfes han estado ajustándose para evaluar más las competencias y menos los conocimientos específicos que absorben nuestros bachilleres, siguiendo los estándares internacionales, como las pruebas Pisa. Esto ha permitido hacer comparaciones y evaluar el estado de nuestro sistema educativo frente al resto del mundo, que por cierto sale bastante mal librado. La nueva evaluación puede ayudar a que los programas de los colegios dejen de ser un largo catálogo de hechos que los estudiantes deben memorizar, como lo ha motivado el Ministerio de Educación con sus programas detallados de cada materia.

Ahora los técnicos del instituto aludido quieren medir lo que llaman el valor agregado de la universidad y quieren que los Ecaes sean comparables con los exámenes de los bachilleres, para saber cuánto hizo ésta para desarrollar competencias en sus egresados. Se medirán pensamiento crítico, razonamiento analítico y sintético, pensamiento creativo (¿cómo se medirá eso?), cultura ciudadana y entendimiento del entorno. Todo lo anterior está muy bien y debe contribuir a que en la universidad se desaten procesos de aprendizaje mediante la lectura crítica, la escritura de ensayos e informes y el desarrollo de las capacidades analíticas y hasta morales de los estudiantes.

El problema es que el Icfes se dispone a abandonar las pruebas de conocimiento que se venían haciendo en cada una de las áreas de cada programa académico, lo cual permitía diagnosticar con precisión las fallas y logros de cada uno, comparados con los mejores calificados, que resultaron ser las universidades que uno esperaba que así lo hicieran. Aduciendo que es imposible evaluar 55 programas o más, el Icfes ha agregado programas disímiles, por ejemplo, artes, arquitectura, ciencias sociales y ciencias económicas, para estandarizar las pruebas de competencias adquiridas al completar 75% del plan de estudios. Deja así a un lado varios años de valiosas experiencias que permitieron ajustar las pruebas para que dieran cada vez mejores resultados, algo que se podría consolidar al haber hecho obligatorio la toma de la prueba como requisito de grado.

Las preguntas surgen por consenso entre muchas universidades, siendo las mejores las que más influyen en su diseño, diseminando altos estándares de calidad y contenido en todo el sistema universitario, público y privado, de grandes ciudades y de provincia. Al mismo tiempo, las pruebas específicas sirven para que los programas de maestría y doctorado de las universidades puedan seleccionar a los estudiantes e incluso clasificarlos de acuerdo con el nivel adquirido de destreza en cada área del programa.

Sería bueno que el Icfes construyera sobre lo construido y siguiera el sabio principio de que si algo funciona es mejor no cambiarlo del todo. Incluso puede dividir la prueba en dos: una que mida las competencias y la otra los saberes más específicos de cada disciplina. Contribuiría así a mejorar la evaluación del sistema educativo superior, lo que sería una valiosa herramienta para perfeccionarlo.

ElEspectador

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